
Jules se escribía Jules, pero a Jules todos le decían Yuls.
Jules no vivía en Arizona. No tenía un perro grande, ni siquiera uno pequeño. Ni en el desierto, ni tampoco en la fábrica del señor Linderton.
Jules flotaba en el espacio sujetándose las llaves en el bolsillo izquierdo. Algunos le vieron durante la noche del Bosque, lejos.
Ella nunca se quitó la goma del pelo. Nunca bailó con las rodillas bajas y las palmas de las manos en paralelo al suelo. Ella tampoco vivía en Arizona, ni sabía quién era el señor Linderton. Tampoco le importaba demasiado, pero sí lo suficiente como para mirar a Jules y aguantar su mirada.
Jules pensó en Próxima Centauri, y en todas las vidas que nunca había tenido. Pensó en si mismo, y se vio flotando en el espacio, y también vagando durante la noche del Bosque.
Ella sonrió de nuevo. Y esta vez, apartó la mirada.
El señor Linderton llegó temprano a la fábrica. Como otros tantos señores Linderton, y como otras tantas fábricas. Como otras tantas gomas del pelo, como tantas sonrisas sordas.
Jules se escribía Jules, pero a Jules todos le decían Yuls.