Bienvenidos al Titanic

Siempre quise escribir una historia cuyo final era “Bienvenidos al Titanic”.

TenĂ­a el principio y tenĂ­a el final, pero nunca encontrĂ© las excusas suficientes para contar el resto.

Se escuchaba la voz de un capitán desde su barco, hundido a 3.821 metros de profundidad. El capitán daba la bienvenida a todos los tripulantes mientras detallaba con entusiasmo las bondades del navĂ­o, semienterrado en el fango y comido por el Ăłxido.

A su lado, el último marinero en pie permanecía en silencio. Escuchaba al capitán sin apenas torcer el gesto y le dejaba formalizar sus palabras. Solo cuando éste había acabado, el marinero le tiraba de la manga de la chaqueta y le susurraba “Mi capitán… mi capitán… ya no queda nadie”.

LleguĂ© a imaginar la profunda oscuridad del ocĂ©ano rota por la luz de una Ăşnica ventanilla iluminada, y  tras ella imaginĂ© al capitán de pie con la barbilla alzada.

Pero la historia del capitán y su marinero fantasma no tenĂ­a sentido. ÂżCĂłmo hubiese dado el capitán la bienvenida a sus tripulantes?  Aquel barco no tenĂ­a equipado sistema de megafonĂ­a,  y aquello era un triste problema para mi historia.

Aunque a decir verdad, más triste era el capitán gritando al ocĂ©ano abierto, sobre la cubierta, sin apoyo y sin respuesta, con la Ăşnica compañía del gusano que habitaba la cuenca de su ojo derecho y de aquel marinero. Pero me bloqueaba no saber como hubiese ocurrido en realidad, y arrojĂ© la toalla por la borda.

El discurso del capitán terminaba con la Ăşnica frase que tenĂ­a clara de aquella fantasĂ­a abandonada.

Hundido a 3.821 metros de profundidad bajo la sombra de un iceberg. Pónganse cómodos, relájense y disfruten del viaje. Sonrían. Saluden. Bienvenidos al Titanic.

El Hundimiento del Titanic en los mares de Venus